domingo, 15 de septiembre de 2019

Relato propio: En la noche

Era viernes por la noche y ya llevábamos unas copas de más. El bar estaba un poco lejos de mi casa pero podría llegar andando si me iba antes de perder el sentido de la orientación, o la dignidad. Mis amigos me suplicaron que me quedara pero solté veinte euros encima de la mesa, cogí mi chaqueta y me largué.
Era una noche fría de noviembre, incluso con mi chaqueta puesta el aire me causaba escalofríos. Andando por el arcén de una carretera secundaria que cruzaba el bosque y solo me alumbraba la luna. Menuda imprudencia, pero a las tres de la madrugada y con alcohol en el cuerpo todas las ideas parecen geniales y yo era la víctima perfecta para una película de terror.
Cuando llevaba recorridos un par de silenciosos y oscuros quilómetros, acompañado solamente por el zumbido del viento y el ruido de, espero, pequeños animales del bosque, al girar una curva, vi una sombra caminando enfrente de mi.
-Quién anda ahí. - dije, un poco asustado, tengo que admitir.
La sombra se paró y yo me acerqué. Tenía en frente de mí a una chica joven de unos veinte años. Su cara me era familiar, aunque era oscuro y el cabello le cubría un poco la cara, la reconocí. Era de mi mismo barrio, no vivía muy lejos de mi casa.
Le dije hola y si le importaba que caminara con ella, que íbamos en la misma dirección. La chica asintió mientras cruzaba los brazos con fuerza, quizás tenía frío, y echó andar.
Yo eché a andar detrás de ella y mientras caminaba unos pasos por detrás pensé que hay cosas que no cambian, como que las chicas jóvenes aún intentan ahorrar dinero en el guardarropa de las discotecas yendo sin abrigo, ya que la chica iba en camiseta de tirantes y falda corta aún siendo una noche fría de noviembre.
Caminamos en silencio hasta que las luces de las farolas de nuestro barrio iluminaron la oscura noche. A un par de calles de mi casa la chica se paró en seco bajo la luz de una farola enfrente de un adosado con jardín.
La farola iluminó la cara de la chica que me pareció muy pálida, casi tétrica.
Tenía muchas ganas de llegar a casa y me despedí sin más dilación. Llegué, me metí en la cama y me sumí en un ebrio sueño.
Al día siguiente me desperté ya de mediodía. Mi mujer cuchicheaba nerviosa por teléfono en la cocina mientras yo me servía un café.
-¿Ha pasado algo?- le pregunté cuando colgó el teléfono.
-No lo vas a creer.¿Te acuerdas de la hija de los González? Llevaba desaparecida desde el verano pasado.
Pues es increíble, pero su cuerpo ha aparecido tumbado en el césped de su casa. Estaba en avanzado estado de descomposición, es como si la hubieran colocado allí para que la encontraran.