Hoy os traigo un relato que he presentado al concurso de Escuela Tinta Púrpura de esta semana. Esta vez no he ganado, pero os lo comparto a ver si os gusta.
Nos leemos.
El verano estaba llegando a su fin cuando mi hija Carol y yo llegamos al asentamiento de la ONG en una zona pobre de África. Hacía unos días qué Carol tenía fiebre.
Enseguida la ingresaron en el hospital de campaña de la organización y la dejaron en observación. Al amanecer del día siguiente me desperté al oír una melodía hermosa. Salí de la tienda de campaña y vi a un grupo de madres con sus hijos, bebés y más mayores, colocados en un círculo. Todos los niños llevaban pintadas unas hojas doradas en la cara y el curandero de la tribu bailaba en el centro del círculo mientras las madres cantaban.
El doctor me contó que era un ritual que hacían cada amanecer durante la última semana del verano. Le pedían a sus Dioses que protegieran a sus hijos de las enfermedades que traía el lluvioso otoño, he incluso algunos niños enfermos se curaban.
No me lo pensé. Le pedí al doctor que le pidiera al curandero de la tribu que aceptará a Carol en el ritual de la mañana siguiente.
En el ritual se podía sentir una energía especial recorrer el círculo y supe que Carol se curaría.
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